Ficción

 


La morgue



El pasillo era oscuro y lúgubre, no tenía otra opción, había que atravesarlo, tenía que llegar a ella.

Las frías paredes y el olor a químicos atravesaban mi cuerpo, conforme avanzaba me envolvía paulatinamente una angustia que corroía mis huesos. Conforme me adentraba a ese sombrío y escalofriante lugar se alcanzaban a distinguir algunos cubículos con mesas quirúrgicas, algunas aún tenían herramientas y productos químicos, en otros había instrumentos de autopsia como agujas y materiales de costura, un colador de scooper y algunas sierras eléctricas de hueso. En las paredes de los muros del pasillo colgaban dos pizarras, en la primera que quizá era la más grande había una lista de nombres, habían varios pero mi vista sólo se detuvo en uno, era el tercero de la columna de la izquierda, ahí estaba. Uno acude a estos lugares buscando certezas quizá con la esperanza de que alguien se haya equivocado o que uno despierte en medio de un desolador sueño. Mi vista seguía fija en ese nombre, el nudo en la garganta me impedía respirar, las lágrimas brotaron incesantes cubriendo mi rostro, me quedé inmóvil por unos segundos. Cuántos nombres, cuántos cuerpos; tarde o temprano, todos terminamos en esas mesas, nuestro inerte cuerpo por ley pasará por la morgue de algún hospital.

Debía continuar…


S.C.C.




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