Ficción
Cada vez se aproximaban más los pasos. Ese aterrador ruido de las pesadas botas militares le revolvía el estómago. sabía que era cuestión de tiempo, finalmente la atraparían.
Los pasillos de aquel enorme complejo habitacional retumbaban con el eco de las botas de aquellos hombres...¿Hombres? No estaba segura si aún se le podía llamar hombres a esas criaturas. Hacía tiempo que habían dejado de ser humanos. Eran seres detestables, sucios y violentos, cuyos cerebros parecían haber sido desmontados y vueltos a armar con un solo objetivo, eliminar cualquier rastro de empatía, de piedad. Habían sido humanos, sí, pero ya no lo eran.
El estruendo de una puerta destrozada le heló la sangre, pero no podía parar ahora, tenía que terminar de transferirle los datos a Tuat. Ya estaban muy cerca, sabía que estaban revisando los departamentos de su piso, podía oír los gritos de sus vecinos, ruegos, llantos, y luego...nada...un silencio pesado y abrumador que sólo era perturbado por el ruido de aquellas pesadas botas que continuaban su búsqueda.
"Tan sólo unos megas más, vamos, vamos". -le susurraba agobiada a la pantalla de su computadora. Escondidos entre las páginas de aquella novela estaban todos los datos que había podido robar el pequeño equipo que Adler había liderado en aquella desesperada misión suicida a las oficinas del Partido. Nombres, ubicaciones y contraseñas. No eran muchos, pero tal vez, sólo tal vez, serían suficientes como para poder dar un golpe importante y eso era lo único que necesitaban, un golpe que mostrara que aquel enorme monstruo corporativo que lo controlaba todo no era intocable. Un golpe que mostrara que aquella bestia también podía sangrar, que era mortal. Al tiempo que en su pantalla se iluminaba el esperado anuncio de "enviado" rompieron su puerta. Con una sonrisa, la vieja editora accionó el control que sostenía en sus arrugadas y sudorosas manos. El departamento estalló con una gigantesca explosión. La llama de la Resistencia seguía ardiendo.
S.C.C.
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