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Los tatuajes en el siglo XXI.
La práctica del tatuaje, como expresión cultural, constituye un espacio donde confluyen dos tipos de memoria, una común que se desarrolla como contexto de las condiciones de producción y una individual, un espacio de la intimidad y otro donde el texto responde a necesidades particulares y específicas (Álvarez Licona y Sevilla González, 2002). Desgraciadamente esta particular visión tiende a desaparecer en la medida que ésta práctica se juzga y condena.
Esta forma de expresión cultural debe ubicarse como un género transgresor, y no solo por el significado mismo de esculpir cuerpos con tinta, sino por la carga ideológica que tiene esta representación. Se debe promover una cultura que se desprenda de prejuicios y de cualquier condicionamiento social, para abrirse a nuevas experiencias artísticas que han acompañado a la humanidad a lo largo de su historia.
S.C.C.
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